[Poesía]
Cuando se trata de un poeta prolífico como Washington Cucurto, de tanto en tanto nos enteramos de la publicación de su “último libro”, un atributo que se desactualiza muy rápido. Pero ¿qué tan seguido, en nuestra vida lectora, estamos ante el anuncio de un “nuevo primer libro”?
El original de Flores dominicanas fue recientemente hallado en la casa materna del autor, fechado en Buenos Aires en 1996: dos años antes de la aparición de Zelarayán, su primer libro publicado. Un conjunto de poemas mecanografiados en hojas oficio, con una presentación llamativamente prolija para un “atolondrado”, y una carátula que contiene, además del título, el desconcertante
seudónimo de Martín García. ¿Se habrá tratado de una copia para ser presentada a concurso? ¿Habrá llegado a destino? ¿Cómo habrán sido recibidos estos poemas provenientes de una voz entonces desconocida?
Testimonio de una época distinta, este libro desciende del cielo de los inéditos traspapelados y se presenta, impoluto, ante nuestras manos. Una llave que nos permite viajar en el tiempo y acceder a las obsesiones de los primeros impulsos poéticos, a la invención de una geografía erótica y sentimental a punto de ser inaugurada.
Edita Neutrinos
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