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[Poesía]

 

Aun con hambre discreta y sed,
retirado en una casa de campo
la mirada perdida, blanca,
los músculos lasos,
yace.
No hay, en los alrededores,
rumor de motores de autos:
no hay visitas.
El desmesurado contraste
entre su figura, aun desfalleciente,
y las de los que fueron
sus discípulos o rivales
desanima al viaje
y revela, en su reverso,
el deseo de todos los que no van:
que se muera de una vez.
Unos, para sacárselo de encima
honrándolo en nombres de avenidas
hospitales, aeropuertos,
cátedras, plazas de pueblo,
calles perdidas en el arrabal.
Los otros
los que se imaginaron mejores o predestinados
para enterrar junto con su cuerpo
la furia y la desazón por las derrotas sufridas.
Un hombre común
vestido con ropa que parecía comprada en un outlet
y peinado a la cachetada
que supo, en un nanosegundo de la historia,
ver lo que nadie veía
e interpretar lo que otros veían por él.

 

Edita Neutrinos

Lo que no debió pasar y pasó - Martín Prieto

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