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La musa etérea



Un día antes de la primavera, el veinte de septiembre, tu alma recorre los campos, jardines y macetas, para avisarle a las plantas, yuyos y flores que es hora de despertar.

Tus sabias manos comienzan a repartir caricias y cuidados a los retoños que han de crecer. Con tu pincel de color vida, peinás cada tallo, hoja y pétalo que encontrás para hacer reír a sus dueñas, que transmitirán su alegría a la madre tierra.

Así es que llega el día de la primavera, época tan esperada por los pájaros, abejas y las almas traviesas.

Tu sutil, pero poderosa presencia, aprovecha para sentarse en las reposeras verdes del patio, llenas de historia, por cierto, a observar las plantas exóticas y a recordar la "música de grillos del Paraná". Del Paraná dónde naciste y de dónde nació tu pasión por la naturaleza.

De repente ves un pequeño brote de clavel que no se atreve a salir. Es tan diminuto y frágil, que tenés miedo de acercarte y quebrar su corazoncito de cristal.

Entonces, desde tu lugar, comenzás a tararear suavemente las alegres melodías de tus pagos, para que el clavelito se vaya acostumbrando al ruido. Mientras tanto, no te das cuenta que, a tu alrededor, se vive una explosión de colores y se respira la fragancia de aquella poción ambarina que transportan insectos alados.

A medida que vas entonando distintas melodías, te vas acercando lentamente y con cariño a ese brote temeroso. Una vez que estás a su lado, comenzás a contarle historias traídas por el viento, que provienen de las voces más antiguas y remotas. A su vez, con el pincel color vida, le vas abriendo muy despacito sus pétalos y hojas. Vas llenando de vida al pequeño clavel.

A la mañana siguiente, cuando cae la última gota del suave rocío tornasol, una ráfaga llama a tu alma para que venga a ver que el frágil y diminuto brote, se ha transformado en el más bello clavel. Su corazón ya no es de cristal, sino que bombea ríos del elixir de la vida; y sus pétalos ya no son débiles, ahora son del morado más profundo y misterioso que se haya visto.

Tu alegría es tan inconmensurable que, cuando te acercás a ver a ese nuevo ser, una lágrima tuya lo moja y tiñe de vetas brillosas a su cuerpo morado.

Al ver semejante espectáculo, las mariposas multicolores vuelan a contar el nacimiento del clavel celestial que acaban de ver, a sus amigos los jazmines. Y éstos, a su vez, pasan la noticia a los siempre verdes, éstos a las fresias, y así hasta llenar a todas las especies de alegría y color.

De este modo, tu sola presencia hace renacer los más diminutos brotes, las más secas raíces y anima a los más severos corazones.

Tu sola presencia es la musa que inspira a las cigarras, grillos y ranas, que cada primavera se visten con sus mejores galas para tocar la sinfonía más bella y más armoniosa que se pueda escuchar.

Y es en ese clima místico, dulce, fresco y felíz en que las hadas salen a danzar alrededor de los jardines. Ellas mantienen el perfume de las flores, colorean la miel de las abejas y cuidan de los insectos cantores.

Por ello, cada año, un día antes de la primavera, todo ser viviente espera con ansias la presencia de tu amoroso espíritu para ver a la naturaleza renacer y recibir a la estación más mágica del año.

Virginia Ramírez


Texto: @virgi__ramirez

Imagen: @__param.nesia

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